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Las manos de los italianos y sus descendientes

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Eduardo De Crescenzo, un cantautor italiano nacido en Nápoles. En 1995 escribió y cantó “Mani“, una canción que habla precisamente de las manos y su accionar. Su movimiento y sus consecuencias. Cuando se extienden y se cierran, cuando piden, se juntan, agarran. Valga inspiración amasada para este artículo.

Se sei un amico ti stringo la mano
Se chiedi un aiuto ti tendo la mano
E prendi la mano, e dammi la mano
Il padre il bambino lo tiene per mano
C’è tutto il destino in un palmo di mano
Le mani che sanno parlare, che sanno guarire e che sanno pregare
Le mani legate, le mani ferite, le mani pulite

Saluti ruffiani, baciamo le mani
Caliamo i calzoni e in alto le mani
Chi prende il potere allunga le mani
Chi sfugge al dovere se ne lava le mani
Le mani, che sanno tradire, che sanno soffrire e che sanno sbranare
Le mani spietate che danno la fine, le mani, le mani assassine, le mani pulite

Apriamo le mani, le mani più avare
Che stringono ancora quei 30 denari
Mettiamo le mani, le mani sul cuore
Più sono sincere e più danno calore
Le mani, le mani, che sanno di mare, che sanno di terra, che sanno di pane

letra de Mani

Lo que hacen

Las manos de los italianos supieron armar asociaciones, sostener instituciones, crearlas. Trabajaron, levantaron ladrillos, contaron dinero (en el mejor de los casos), o se ingeniaron e inventaron métodos de supervivencia. Se metieron en harina e hicieron pasta y pan para miles, en cemento y levantaron casas para ellos, sus coterráneos y cualquiera que las necesitara. Las golpearon en una pandereta e hicieron música, bailaron, rieron y enseñaron a disfrutar. Usaron los dedos de esas manos para acariciar bandoneones y se acoplaron al tango argentino, los pasaron por rostros para secar lágrimas, limpiar bocas con ragù, pesto y amatriciana, para decir “ti voglio bene assai”. Tomaron lápices, biromes, escribieron historias, crónicas, cartas de amor y despedida.

Las manos de lo italianos nunca dejan de moverse, porque hablan, son las antenas de esos inquietos corazones que laten mucho y fuerte. Se comunican y con el icónico montoncito dicen de todo, qué pasa, qué querés, qué es eso, qué necesitás, qué se te ocurre, alguna grosería se les escapa entre los dedos. Hacen una L y la mueven de lado a lado, “non c’è piú“, juntan los dedos escondiendo el dedo pulgar adentro y va de izquierda a derecha “vamos”, “andate“, “via”. Juntan palma con palma y pregan, rezan, piden, suplican, ironizan. Entrelazan los dedos y piden por favor. Se las llevan a la cara, estiran con el índice la piel debajo del ojo “guarda”, “tené cuidado“. Giran ese dedo en la sien y te indican la locura. Y cuando se las apoyan en los labios, tiran besos, aman, reparten amor, disparan bacioni. Abajo del mentón no les importa nada “me ne frega“, rozando el hartazgo quizás. Pero ahí están, curtidas, duras, generosas y esa es la herencia que dejan, lo bueno y lo malo que hicieron las protagonistas de la nota, saber tomar lo que sirve y multiplicarlo es la tarea que nos queda entre manos.

Las manos de los italianos y sus descendientes ultima modifica: 2023-02-24T20:12:50-03:00 da Maria Chiara Forni

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