Cuentan que una sonrisa embebida en lágrimas dijo adiós a su país natal. Las primeras noches sobre el navío le revolvían el estómago y el temor la oprimía. Ella era joven y lloraba cuando algo la asustaba mucho. Sin embargo, ya había sido valiente una vez, para despojarse de sus ataduras, torcerle los planes al hambre y alejarse del maldito que la ultrajó.
Por maleta llevaba un vientre lleno de arte, pastas, vino, ostentosas gesticulaciones al hablar y un cálido acento. Nada más. Sueños quizá.
Los otros pasajeros del navío siempre andaban en pares, salvo escasas excepciones. Ella y su equipaje, que llevaba por delante, solían coincidir con un viajero al pasear. Él hablaba mal el italiano, quizá porque siempre estaba cantando en portugués. Unas semanas antes de bajar, le ofreció su brazo al andar y luego… todo lo que soñó y lo poco que tenía. En algún viejo álbum se guarda la fotografía; “la nonna y el avô” firmando como casados. Y en ella, el primer hijo nacido en suelo argentino, ensancha el vientre materno. ¡Se casó de ‘embarque’!