En el año 1628 el padre Pedro Romero junto con Roque González, fundaron una de las reducciones jesuíticas de Misiones. A orillas del río Ibicuy; la misma era conocida como “Purificación del Ibicuy”. Sin embargo estas reducciones duraron tan solo unos meses; debido a los consecutivos ataques sufridos por las tribus enemigas. A esto se sumaban las continuas epidemias y pestes que asolaban; obligándolos a trasladarse a otros lugares hasta asentarse, finalmente, en Candelaria, Misiones.
Asentamiento y los modos de vida en las reducciones jesuíticas
Así fue como los jesuitas encontraron, a orillas del río Paraná, un lugar donde poder sentar las bases y organizarse política y socialmente. Uno de los grandes propósitos, no sólo en Candelaria sino en todos lugares donde iban, era el de evangelizar a la población nativa; para ello tenían que aprender la lengua vernácula en este caso el guaraní; producto de esto surge la primera gramática en lengua guaraní. Al respecto, el arquitecto German Musalski comenta: “Los jesuitas no impusieron su forma de vivir y su cultura. Sino que evangelizaron respetando y acomodándose a las culturas que tenían los guaraníes. De ahí surgió algo propio de nuestro lugar que no se da en ninguna otra parte del mundo”.
Pero los jesuitas no solo trascendieron a la posteridad por su ardua tarea evangelizadora; sino que también fueron reconocidos por su manera de organizarse y de trabajar. Los sacerdotes enseñaban a los nativos tareas ligadas a la agricultura, la siembra; ya que su economía se basaba en el autoabastecimiento y la solidaridad en conjunto con otras reducciones.
La escritora Dolores Romero en su libro Legendaria Candelaria señala que la reducción ubicada en Candelaria era “Privilegiada por todos estos adelantos que tuvo. Y esta comunidad creció y floreció. Floreció tanto que llegó a ser la capital de todas las misiones jesuíticas; las que estaban sobre el río Paraná y las que estaban sobre el río Uruguay por más de cien años”.
Las ruinas de Candelaria y el legado a la posteridad
Respecto al plano arquitectónico, las mismas representan un patrimonio para la comunidad ya dan cuenta del pasado histórico local y los modos de vida de los mismos; German Musalski señala que “La arquitectura jesuítica en toda la zona de los guaraníes es todo un acontecimiento porque significó un movimiento y una forma de organización propia de la zona” esto es interesante ya que, para la construcción de las mismas se tomó en un principio como modelo a seguir el estilo europeo; pero posteriormente personas como Brassanelli otorgaron una impronta local al incorporar la estética guaraní en las edificaciones.
Las reducciones jesuíticas actualmente pertenecen al predio de la Colonia Penal U-17 y se caracterizan por ser edificaciones altas entreviéndose en ella las vigas del entrepiso y las aberturas de las puertas que corresponden al segundo piso. Es admirable que sigan manteniéndose pese al tiempo transcurrido. Esto se debe a los materiales utilizados como piedras, ñaú, adobe y tapia . Dolores Romero señala que esto implicaba mucho cuidado ya que “los dos últimos componentes eran muy afectados por el medio ambiente”.
Actualmente, los daños temporales son evidentes. Pero se busca más que reivindicarlas por su aporte histórico, preservarlas, ya que las constantes tormentas constituyen un riesgo para el mantenimiento de las mismas.
De Milán a Misiones, Brassanelli y sus huellas en la tierra colorada
José Brassanelli es reconocido en la actualidad por ser uno de los mejores artesanos de las misiones jesuíticas. Así este italiano se destacó arreglando y equiparando retablos, como por ejemplo el de la Iglesia de la Compañía de Jesús que se encuentra en Córdoba; al respecto de la mano de Brassanelli surgieron los dos retablos más consagrados del siglo XVII en nuestro continente.
Sin embargo; su labor no sólo se circunscribe a ese plano, sino que participó activamente en la construcción de los templos como por ejemplo el de San Ignacio y el de Santa Ana; así todo lo concerniente a las misiones pasaba por su influencia.
Su paso por Misiones fue importante principalmente en las reducciones de San Ignacio, ya que su labor como arquitecto se vio potenciada y pudo alcanzar una madurez tomando estilos como el manierista o el barroco; para así poder fusionarlo y articularlo con la cosmovisión y la cultura guaraní.
Así su estadio fue significativo ya que no solo aportó su grano de arena a la arquitectura de la época; sino que además unió algo que parecía tan lejano como el estilo europeo con los rasgos locales de manera armónica. Así, cuando la muerte tocó su puerta en Candelaria, lejos de su tierra natal este sacerdote, artesano y arquitecto ya dejó sentada las bases para la posteridad.
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