El “Día del maestro” se festeja cada 11 de septiembre. Esta fecha no fue dispuesta arbitrariamente, sino que se busca enaltecer la figura de Domingo Faustino Sarmiento en el aniversario de su fallecimiento. Dicho prócer es conocido como “el padre del aula”; puesto que, sus innovaciones en la materia educativa fueron determinantes para la educación formal. Entonces, en 1943, la Primera Conferencia de Ministros y Directores de Educación de las Repúblicas Americanas propuso una memoria unificada. Aunque, actualmente, no se continúe celebrando en los demás territorios.
¿Qué es la educación y qué rol cumple un docente?
La educación se corresponde con un proceso humano y cultural complejo. Puesto que, para determinar sus propósitos resulta necesario considerar la condición de la naturaleza del hombre y de la sociedad en la que está inserto. Por lo cual, cada subjetividad debe encontrar sentido por medio de la vinculación y la interdependencia con los demás. Entonces, la educación es un todo individual y supraindividual. En sus vaivenes, tiende a perpetuarse.
Asimismo, esta debe ponderar constantemente a los sujetos (y no a los objetos o fines). En los educadores cae la inmensa responsabilidad de completar la condición humana. En este sentido, cultura y educación están estrechamente unidas; por lo cual, debemos ser críticos respecto a los modos y contenidos de enseñanza en todos los niveles. Ya que la educación es construcción de “algo” que la cultura piensa que es necesario proteger a través del tiempo.
El papel del docente puede definirse como una guía, un mediador, es decir, una persona que va aguardando los procesos de los alumnos durante la construcción del conocimiento. Tanto de manera individual, como en las relaciones grupales. Desde un modelo constructivista, tanto el estudiante como el docente tienen entonces un papel activo y crucial. A propósito, recientemente el escritor e historiador Eduardo Sacheri dijo al respecto: “La clave para ser buen docente es ser claro cuando explicás, ser exigente cuando evaluás y ser afectuoso siempre”.
La figura de Sarmiento en el Día del Maestro
Durante su presidencia entre 1868 y 1874, Sarmiento reconoció la necesidad de una Ley Educativa argentina. Aunque muchas de estas ideas ya estaban presentes en su texto De la educación popular (1849). No obstante, durante los años consiguientes no logró abrazar sus proyectos. Recién en el transcurso del gobierno de Roca, se aprobó la Ley N° 1420 de educación. La misma pasó a ser, en sus instancias públicas, universal, obligatoria, gratuita y laica.
De todas formas, Domingo Faustino brindó, por medio de textos, una nutrida literatura sobre cómo iba a ser esa educación en el Estado Moderno. Puesto que, cuando debe exiliarse en Chile, viaja a Estados Unidos a estudiar su sistema educativo. Asimismo, visitó diversos países de Europa. Con esta visión del mundo, en su libro Educación popular presenta aspectos amplios del programa de educación que estaba imaginando. Es decir, educación popular para todos los niños y niñas entre seis y catorce años.
La educación antes de él era únicamente para las élites y con extrema presencia de la Iglesia. En este sentido, lo principal del legado de Sarmiento fue el generar una educación normalizada y común. Durante su presidencia construyó más de 800 escuelas, y la cantidad de alumnos pasó a ser 100 mil, en un país de 2 millones de habitantes.
Los maestros, desde el siglo XIX hasta nuestros días
En 1875, cuando fue director general de escuelas de la Provincia de Buenos Aires, Sarmiento había instalado las bases para la educación que conocemos actualmente. Sin embargo, la escuela común formó parte de una intensa batalla cultural que generaría; sin dudas, cambios políticos y culturales. En estos años se dio la primera expansión del sistema educativo argentino, junto con la formación de maestras y maestros a través de las Escuelas Normales a lo largo de todo el país.
En nuestros días, la figura de Domingo Faustino fue foco repercusiones y puesto en tela de juicio. Empero, el proyecto de la escuela moderna que este propuso acompaña a los procesos de su época. En los cuales, la creación de un Estado Nación exigía un idioma común, leer, escribir y contar. Además, el reconocimiento de un relato histórico que representase al país y el discernimiento del territorio a través de la geografía. En cuanto a la moral, la cívica reemplazó a la religiosa.
Los docentes y educadores del siglo XXI poseen las herramientas para crear una educación crítica y reflexiva. La cual debe generarse desde la intercomunicación y la socialización de saberes comunes entre docentes y estudiantes. Así como también, nacer del respeto sobre las identidades individuales y grupales. En palabras de Freire: “La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor”.
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