El Día Internacional del Pan y la Alimentación se celebró el 16 de octubre. El objetivo de esta fecha es dedicar toda una jornada a uno de los alimentos más típicos alrededor del mundo. De igual forma, sirve para dar a conocer su valor nutricional e importancia en la dieta diaria. El consumo de pan y su elaboración remonta hasta los inicios de la cultura. Desde tiempos remotos, esta exquisita y simple elaboración, a base de trigo, ha sido el principal alimento del hombre.
Historia del pan
Este representa uno de los días más importantes dentro de la industria alimenticia; ya que, desde siempre, el pan ha ido de la mano con el desarrollo de las sociedades. Por esta razón, la Unión Internacional de la Boulangerie, en conjunto con la Confederación Interamericana de la Industria del Pan, organismos que agrupan a las asociaciones de panaderos de Europa y de Latinoamérica, resolvieron crear un día para su promoción.
El pan siempre ha sido protagonista de nuestra historia, los egipcios fueron los primeros en descubrir la levadura y su fermentación. Posteriormente, los griegos agregaron nueces y miel a la elaboración. Y, con su tecnología, los romanos desarrollaron máquinas de amasar y crearon el primer Colegio de panaderos. Entonces, el pan se fue extendiendo paulatinamente. Propiciando variedad en sabores y estilos.
Durante la Primera y Segunda Guerra fue un alimento de lujo a causa de su escasez. No había cultivo de trigo y los campos servían como escenario de batalla. En estos años, los cereales fueron un medio de presión política y económica. A partir de 1980, y con el auge de la globalización, los panes del mundo acompañan en los viajes. A la par que los avances científicos permiten ofrecer productos específicos que responden a diferentes modelos de vida: el pan saludable, el pan biológico, el pan bajo en sal, el pan sin gluten, entre otros.
Procesamiento y valor cultural de los panificados
Los cereales, en su estado natural, no pueden ser asimilados apropiadamente por el sistema digestivo. Por esta razón, los mismos son procesados y pasan a convertirse en alimentos imprescindibles. El consumo de pan, en sus inicios, aportó carbohidratos, los cuales se complementaron a las proteínas de las carnes. El pan fue elaborado con los cereales disponibles de acuerdo a la zona en cuestión: el trigo en Europa y África, el maíz en América y el arroz en Asia.
Por su peso histórico y social, el pan representa en diversas culturas al alimento. Y también es un elemento ritual en gran parte del mundo. Actualmente, constituye un dispositivo económico que influye en índices, tales como el IPC, es decir, el utilizado para determinar la evolución del costo de vida en las naciones. Esta distinción social a partir del pan no es contemporánea, ya existía en función del color de la miga consumida. Concretamente, los panes de centeno, de miga oscura, representaban a las clases menos favorecidas; mientras que los de trigo, de miga blanca, a las élites.
A pesar de que el consumo del pan ha disminuido con el tiempo, debido al descubrimiento de enfermedades autoinmunes como la celiaquía o las dietas hipocalóricas, la industria ha ido incorporando diversas variedades e ingredientes para cuidar la salud de los comensales sin eliminar este preciado alimento. Sin ir más lejos, durante la cuarentena del 2020, una de las actividades más recurrentes fue la elaboración de pan casero en los hogares.
El pan, amasado en la literatura
La cuestión gastronómica también ocupa un lugar importante en el discurso artístico. Puesto que, el desarrollo de los temas y el destino de los personajes fluyen ligados a las costumbres. Además, conversan con la humanidad por medio de las relaciones sociales de los actores. La obra homérica, por ejemplo, otorga un espacio interesante a los alimentos, tanto la Ilíada como la Odisea (s. VIII o VII).
En estos relatos, los grandes héroes constituían una clase especial, cuya dieta incorporaba carne asada, pan y vino. Empero, unida a su valor energético, toda comida contiene una clave que la convierte en un acto de trascendencia. La Odisea menciona el pan más de cincuenta veces, muchas más que cualquier otro alimento: “Y las bien pulimentadas mesas están repletas de pan y carne y de vino” (Canto XV).
De igual forma, el desencadenante de los sucesos en Los Miserables de Víctor Hugo (1862) es el robo de un pan. La escena se narra así: “El brazo cogió un pan y se retiró (…) huyó a todo correr, pero Isabeau corrió también y lo detuvo. El ladrón había tirado el pan, pero tenía aún el brazo ensangrentado. Era Jean Valjean”.
Entonces, desde los inicios de la civilización, el pan fue sinónimo de alimento, producción y progreso entre los pueblos. Su escasez, por el contrario, representa los momentos más difíciles de la sociedad. El pan no solo quita el hambre, sino que alimenta el espíritu. “El pan se entra en todo: en el aceite, en el gazpacho, en el queso y la uva, para dar sabor a beso, en el vino, en el caldo, en el jamón, en él mismo, pan con pan” (Platero y Yo de Jiménez).
